Sin descripción.
Son ya casi cuarenta años que llevo practicando Taekwondo y más de treinta años enseñando, y puedo afirmar que el Taekwondo ha marcado mi vida y el de todos aquellos que se han acercado a él. En 1982 empecé a impartir clases en mi primer y actual club deportivo IMCA Sport en Mairena del Aljarafe, antes conocido como Cheyuckwan, y en mi larga trayectoria he aprendido mucho de este noble arte marcial y de todas aquellas personas que también han disfrutado de esta experiencia conmigo. Ahora me gustaría compartir con el lector las vivencias y aprendizajes acumulados en todo este tiempo en calidad de practicante y maestro.
Estoy altamente convencido de las innumerables virtudes a nivel personal, tanto física como psicológicamente y, por supuesto a nivel social que ha aportado a todos sus practicantes en todos estos años, pero estas palabras quedarán más claras si lo explico más detenidamente. Cuando aprendimos Taekwondo, primeramente aprendimos un sistema de defensa personal que te permitía salir airoso frente a situaciones de peligro. Este eficaz arte marcial genuinamente oriental, proveniente de Corea, vino acompañado con toda una forma de vida y filosofía al más puro estilo oriental que implicaba un desarrollo integral de la mente y el cuerpo, como un todo o unidad, promoviendo a su vez la salud y el bienestar de quienes lo practicamos.
A nivel físico, al igual que cualquier deporte, porque el Taekwondo también lo es, nos ha aportado una serie de beneficios inmediatos en su práctica: mejora física, resistencia, flexiblidad, etc. pero, como arte marcial, donde realmente ha incidido es en el desarrollo armónico y simétrico de todo el cuerpo, especialmente en el desarrollo postural, la lateralidad y el esquema corporal así como en la coordinación y el equilibrio entre otros; aspectos éstos que han sido especialmente importantes en el desarrollo psicomotriz tanto para niños como de personas con necesidades especiales que han llegado a practicarlo.
A nivel mental también han sido innumerables sus beneficios. El Taekwondo es sobre todo un camino a seguir, no se ha tratado de la conquista del adversario, sino de la conquista de uno mismo, del perfeccionamiento del carácter de quien lo practica, el control emocional y de pensamiento, el hacer consciente lo inconsciente, enfrentarse con confianza y optimismo a cualquier situación inesperada, anticiparse a las situaciones, regularse y aceptar los retos con una gran entereza mental. A veces ha llegado a ser hasta terapéutico, ayudando a superar barreras que nos imponíamos o conflictos interiores que teníamos pendientes por resolver; en definitiva, se ha tratado también de una lucha interior y de superación de uno mismo.
Este “saber hacer” nos ha permitido adaptarnos a las más diversas situaciones y a desarrollar lo que ahora llamarían inteligencia emocional, tocando de lleno facetas tales como el autoconocimiento, el autocontrol, la automotivación pero sobre todo la empatía y la capacidad de relacionarse con los demás.
Pues sí, es en este aspecto social donde más satisfacciones quizás hayamos podido gozar, ya que se ha combinado una actividad verdaderamente lúdica con una auténtica educación y disciplina orientada al desarrollo de actitudes y valores positivos. Una disciplina que en un principio fue impuesta desde fuera pero que pronto la hicimos nuestra y la trasladamos a otros ámbitos de nuestras vidas, haciéndonos más responsables, tolerantes, pacientes y respetuosos; nos hizo personas en las que los comportamientos agresivos y violentos no han tenido cabida. Porque como todos sabemos, las artes marciales tienen un código de conducta muy definido y de alta exigencia personal en pro de los demás y de lucha contra situaciones injustas. Es este código de conducta basado en la justicia, la igualdad y la honestidad lo que nos ha permitido cultivar un mayor sentido de cooperación, igualdad e integración. Así, en la práctica en todos estos años en el club deportivo IMCA Sport han tenido que entenderse y convivir, con gran éxito, todo tipo de personas de distinto género, edad, con distintas capacidades y de ambientes sociales y culturales de lo más diverso.
Aunque yo, como maestro, sé la responsabilidad que tengo en la determinación de actitudes y valores, no he estado solo en este camino y he de agradecer el apoyo y el aprendizaje mutuo del que hemos disfrutado tanto mis alumnos y entrenadores como de los familiares que nos han acompañado en esta singladura, creándose una verdadera red social alrededor de la práctica de este arte, que ha movido innumerables emociones, percepciones y valores que nos han enriquecido creando una gran comunidad, o mejor dicho, una gran familia. Actualmente el club IMCA Sport no es sólo una escuela deportiva, se ha convertido en un verdadero lugar de encuentro y reunión de practicantes, familiares y amigos, tanto dentro como fuera del club.
Hoy en día esta gran familia la componen desde alumnos y maestros con más de 25 años de práctica y actualmente en activo, valga como ejemplo nuestra más insigne y laureada Rocío Medina, hasta los más peques que inician sus primeros pasos con la inspiración de sus padres que también fueron o son practicantes habituales. En definitiva, una familia con proyección de futuro y destinada a crecer.
Por todo lo dicho, me gustaría animar a todos a este bello arte y formar parte de esta gran familia.
Autor: Manuel García Romero, publicado el martes, 18 de agosto de 2015.